viernes, 26 de agosto de 2011

Apunte: El ocaso de la Universidad en el ocaso del Estado Moderno

En Europa las universidades comienzan a aparecer en la Baja Edad Media, al tiempo que las monarquías absolutas iban construyendo las bases del estado moderno. Así, entre los siglos XIII y XV el continente vería nacer 52 universidades. En 1209 se inaugura Cambridge, el año anterior había nacido la universidad de Palencia y la Sorbona aparecería en 1275, por citar sólo algunos ejemplos representativos.

A partir del Renacimiento y a lo largo de la Edad Clásica todas las grandes monarquías de Europa desarrollarán sus propios sistemas universitarios. Éstos, junto con la expansión económica fueron uno de los grandes motores de la burguesía y del Estado, los dos grandes poderes opositores al sistema feudal altomedieval sobre el cual terminarían imponiéndose.

De una parte el Estado Moderno y su administración racional necesitaba de profesionales cualificados para asegurar su poder e influencia sobre el territorio: juristas, médicos, profesores, ingenieros, etc. debían contar con una formación y un estatus no determinado por la sangre, sino por el conocimiento, en función de las importantes tareas que estaban destinados a desarrollar. De otra parte, la burguesía, necesitada de una estabilidad política y social para la expansión de los diferentes mercados, requería del establecimiento de un estado racional que sólo el desarrollo de una administración burocrática podía generar. Nace así una triple alianza Rey – Burguesía – Burocracia. Alianza que en la actualidad está rota.

Al igual que los reyes de las monarquías feudales incrementaron su poder a costa de los nobles (sus primos hermanos) hasta convertirse en “soberanos por la gracia de Dios” y constituir las monarquías absolutas, la burguesía ha incrementado su poder al punto de situarse por encima del Estado.

Debemos recordar que el estado moderno no es una creación de la democracia representativa. El estado moderno es obra de las monarquías absolutas, ellas, sobre todo en el siglo XVIII desarrollaron los sistemas de conocimiento administrativos, militares y sociales que permitieron la construcción de una administración racional sobre el territorio, las personas y las cosas. Con la Revolución Francesa se produce una transferencia de la soberanía que pasa del cuerpo del Rey al cuerpo del pueblo, quién deberá ratificar el nuevo orden a través del Contrato Social. Pero en este proceso de transferencia el concepto de soberanía no se ve alterado.

En este contexto las universidades siguieron desarrollando su papel como baluartes del orden social dominante, generando una serie de profesionales cuya misión era hacer perpetuar el poder del Estado, extendiendo y optimizando su capacidad de control sobre el cuerpo social. Las universidades engrosaron las filas de la burocracia, constituyendo el cuerpo del alto funcionariado. De este modo, desde el siglo XVIII y hasta la II Guerra Mundial la universidad era la productora de las élites de gobierno. Una universidad burguesa: a un lado el magistrado, al otro el banquero y entre ellos un acuerdo tácito de dominio.

Tras la II Guerra Mundial el alto desarrollo de la tecnología permitirá a la burguesía la creación de un mercado global y transnacional, manteniendo únicamente su pacto con el Estado por la situación internacional: La Guerra Fría y la existencia del bloque soviético. Amenazas que la burguesía no podía enfrentar sin el auxilio del Estado. Después de la caída del muro de Berlín el contexto cambiará radicalmente.

Ya en este periodo de postguerra el papel de la universidad había cambiado completamente. En 1966 la Internacional Situacionista en su panfleto De la miseria en el medio estudiantil hacía un cruel pero verídico retrato de la situación de la institución académica en este periodo:

La enseñanza mecánica y especializada que recibe [el estudiante] está tan profundamente degradada (en relación con el antiguo nivel de la cultura burguesa) como su propio nivel en el momento en que accede a ella, con la particularidad de que la realidad que domina todo esto, el sistema económico, reclama una fabricación masiva de estudiantes incultos e incapaces de pensar. El estudiante ignora que la Universidad se ha convertido en una organización – institucional – de la ignorancia...

¿Qué había ocurrido? La universidad de postguerra ya no era la fábrica de las élites administrativas del Estado, con el acceso de las masas a la institución universitaria se produce una devaluación de los títulos y éstos no darán acceso sino a cuerpos intermedios del sistema. Además, debido a las exigencias económicas el conocimiento se fragmenta abriendo paso a la ignorancia de los superespecialistas.

En la actualidad, planes de estudio como los de Bolonia o como el que actualmente se quiere implantar en Chile ponen de manifiesto la irrupción de la gobernanza corporativa en las universidades, al igual que se desarrolla la irrupción de la gobernanza corporativa de los Estados. Lo que estamos viviendo es la transición de la universidad de masas a la universidad empresa, en un periodo caracterizado por la eliminación de los conocimientos que ya no son necesarios para una economía globalizada y un cambio de base de las prioridades. Si para el Estado-Nación era exigencia una democratización del acceso a la educación, es decir, una universidad de masas para servir al cuerpo social que era soberano. Ahora, el desarrollo de la economía capitalista exige una privatización del acceso a la educación, una universidad empresa que profundice las separaciones del cuerpo social generando un gran número de superespecialistas y una gran masa de trabajadores precarios de donde obtener mano de obra barata. Además, el deseo de privatización que inunda nuestra sociedad ha generado (y seguirá generando) la desaparición de un gran número de puestos de funcionarios, lugar preferente para la colocación de los titulados, lo que dificulta enormemente el acceso de éstos al mercado laboral.


En este contexto las actuales movilizaciones estudiantiles que se suceden por todo el globo deberán dilucidar si: se enfrentan a las reformas al grito de ¡Vivan las cadenas!, defendiendo la antigua y decadente universidad de masas, o por el contrario salen a la arena exigiendo una universidad nueva basada en los principios del conocimiento unitario y el desarrollo del individuo y la colectividad.


Carlos G. de Castro
Originalmente NOTON