lunes, 8 de febrero de 2010

Arte urbano, pasando de mitos

LUNES 8 DE FEBRERO DE 2010. NÚMERO 119

Más que hablar de artistas urbanos, idea que remite al mito del héroe romántico, es interesante hablar de prácticas artísticas urbanas. Un tipo de prácticas capaz de asumir la idiosincrasia del lugar y las problemáticas que lo rodean, compartiendo anhelos y preocupaciones con el urbanita.

SpY

En 1977 Jean Michel Basquiat, junto a Al Díaz, inventaron la figura de SAMO, tag con el que llenaron Manhattan de pintadas. Cuando se produjo esta acción, el graffiti ya había superado su etapa como movimiento anárquico-popular y comenzaba a aparecer con fuerza en el mundo de las galerías y en el mercado del arte. Lo que sigue es la historia de una efímera fama; la historia de un joven humilde que alcanza el éxito gracias a la galerista Mary Boone; un éxito que traerá consigo sobreexplotación y abusos, y que acabará matando a la gallina de los huevos de oro. Así, el 12 de agosto de 1988, Basquiat muere de sobredosis.
El mito Basquiat, héroe marginal que se eleva a los altares del arte y es engullido por el sistema, Ícaro que quema sus alas, es arquetípico de la mitología desarrollada en torno al arte considerado como urbano. El objetivo de este artículo es, por el contrario, plantear una desmitificación del arte urbano tratando de establecer una crítica honesta en la que prevalezca el valor de los artistas y de sus obras por los discursos que transmiten, frente a una crítica generalista para la que prevalecen el medio y el lugar, entendiendo que lo realmente importante de una obra es la argumentación que presenta y no el sitio en el que se emplaza.
Tintes burgueses
En los tiempos de Basquiat, el arte urbano o, utilizando el término anglosajón street art, debía aún reivindicarse como miembro de pleno derecho en el mundo del arte. En la actualidad, sin embargo, el proceso de normalización del arte urbano que comenzó en aquella época ha terminado. Pruebas de ello son su presencia en el Tate Moderm de Londres, con la exposición Street Art en 2008; o la creación en el Estado español de festivales como el Asalto de Zaragoza o Arthurbano de Huesca; eventos que reconocen el arte urbano como un género más dentro del circuito de mercado del arte contemporáneo.
El arte urbano es una opción más dentro del amplio abanico del arte contemporáneo y como tal debe ser valorado y criticado, dejando de lado la aureola mítica de heroicidad marginal que en último término no hace más que rechazar la calle y ensalzar los lugares tradicionales del arte, museos y galerías. Pues al narrar el mito del artista marginal que comienza en la calle (normalmente por falta de medios) pero que, gracias a su genio o inspiración, llega a encontrar su sitio en los lugares auténticos del arte, de una parte se fomenta una imagen romántica e idealizada del artista urbano –paradigma cargado de tintes burgueses– y por otra parte se rechaza la calle como lugar legítimo de la práctica artística, presentándola como espacio de transición en el que trabajan los artistas aún no consagrados, a través del cual lograrán llegar a los Campos Elíseos del arte.
A pesar de esta advertencia para navegantes, practicar arte en la calle puede ser un gesto subversivo, siempre y cuando su intención principal sea la de cuestionar las prácticas aburguesadas de arte. Demostrando que el arte puede ser un lugar de lucha y haciendo de la calle un sitio para la resistencia. En este sentido es interesante un arte urbano que sepa llevar a cabo lo que Michel Houellebecq sintetiza en su frase: “Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte”.
Intervenciones aquí y ahora
Actualmente en el Estado español encontramos artistas y propuestas interesantes que hacen suya la calle, identificándose con los problemas del entorno sin usar el espacio público a modo de galería particular. En este sentido son interesantes las aportaciones de artistas como Sam3, SpY oSantiago Sierra –a pesar de que éste no sea clasificado usualmente como artista urbano–, por citar sólo algunos.
Es innegable que hoy en día es la publicidad y no el arte el principal productor de imágenes e iconografías, y es precisamente cuestionando ese papel de la publicidad donde encontramos lo mejor del trabajo de Sam3. En su serie Sísifo nos presenta a una humanidad reducida a sombras que, atrapada en grandes vallas publicitarias, se esfuerza por salir del opresivo encierro al que se ve forzada, rompiendo las imágenes o viendo con impotencia lo vano de toda tentativa de fuga. Su crítica a la publicidad, usando el recurso de la apropiación del espacio publicitario, continúa en otras intervenciones como 15 euros, acción consistente en la sustitución del anuncio en tres vallas diferentes por la imagen de un billete de cinco euros, sustrayendo la intención última de toda tentativa en publicidad, hacer dinero.
De Nueva York a Lavapiés
El trabajo de SpY se centra con frecuencia en otra de las obsesiones de nuestro tiempo, el tándem formado por vigilancia y seguridad. Así, intervenciones como For security reasons realizada en Rotterdam, que consiste en la instalación de cámaras de seguridad en lugares absurdos como frente a un montón de ladrillos o debajo de un puente, registrando el comportamiento de un grupo de cisnes, ponen en tela de juicio los extremos a los que se puede llegar cuando se extienden dinámicas sociales basadas en el miedo. Siguiendo este hilo, otra intervención interesante de SpY es Caution, un trabajo que consistió en precintar con cinta plástica un coche de policía en Nueva York. Al considerar peligrosa a la fuerza “del orden” esboza una lectura perversa según la cual el peligro estaría precisamente en quienes se encargan de preservar nuestra seguridad.
La psicosis por la seguridad tiene hoy en día un punto caliente en Madrid, donde se están instalando cámaras de vigilancia. Dentro de esta expansión del recelo colectivo, le ha tocado el turno ahora al barrio de Lavapiés. El malestar ante esta nueva invasión del espacio público por las fuerzas del orden ha llevado a la realización de gran número de protestas, entre las que podemos destacar la cesión del NO de Santiago Sierra perteneciente a su acción No, global tour. Un tour que visitará varias ciudades de todo el mundo –entre las que no se incluye Madrid–, para pasear a lomos de un remolque dos enormes letras con el monosílabo ‘no’. Para el caso concreto de Lavapiés el artista ha cedido el uso de la pieza a modo de plantilla, un gesto simbólico y un grito a favor de una mayor libertad en los espacios públicos.
El taller del Patio Maravillas resiste al desalojo
El Taller de arte urbano tenía algunos meses de vida cuando fue desalojado el Patio Maravillas de la calle Acuerdo (Madrid). En este tiempo se había gestado un proyecto colectivo que investiga el modo en que se gestiona el espacio público, su privatización y el uso invasivo de la publicidad.
¿Qué es el taller de arte urbano?
Es un proyecto asentado sobre una serie de intereses y reivindicaciones comunes. Se trata de defender el arte urbano como productor de cultura y al mismo tiempo abrir un debate en torno a los usos del espacio público, su mercantilización y el papel que juega la publicidad.
¿Cuál es la ventaja del trabajo colectivo?
El trabajo colectivo permite realizar propuestas más ambiciosas y de mayor calado. Además, es una manera de protegerse y mantener el anonimato.
¿De qué forma se concreta vuestro trabajo?
Toda intervención viene de una discusión y una reflexión previa, si sólo se nos entiende como un resultado plástico se queda fuera una parte importante de nuestro trabajo. Básicamente nos centramos en dos líneas: acciones antipublicidad, como la llevada a cabo hace unos meses en la carretera de Extremadura, donde las vallas publicitarias fueron intervenidas tachando sus anuncios; y la organización de festivales sobre arte urbano.
¿Cómo os afectó el desalojo del anterior Patio?
Nos ha dolido abandonar el antiguo, porque habíamos invertido muchas horas en él, pero el Taller sigue adelante. Para el nuevo Patio se ha pintado un mural y continuamos reuniéndonos los jueves a las 20 horas. Ya estamos preparando una intervención: declararle la guerra a la publicidad en la calle Pez, generando una zona libre de cualquier tipo de anuncio.

carlos g. de castro

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